Por Jenny Thompson de Logroño
El año recién empieza… acabamos de guardar las decoraciones navideñas en nuestras casas, y en un abrir y cerrar de ojos, ya somos bombardeadas con lo próximo que sigue en el ajetreado calendario de nuestros días: el mes del amor y la amistad.
Las calles, las plazas, los medios de comunicación tradicionales o digitales se tiñen de rojo y nuestras mentes se llenan con imágenes propias de estas celebraciones. ¡Donde quiera que posemos nuestra vista encontramos corazones y flores!
Hace unos días, recordaba una canción de la década de los 70 del brasileño Roberto Carlos que se llama «Yo solo quiero», ¡aunque era más conocida por su estribillo: «Yo quiero tener un millón de amigos»! Con una melodía contagiosa, la canción nos hacía pensar que mientras más amigos tuviéramos, más felices y significativas serían nuestras vidas.
Yo quiero creer la paz del futuro
Quiero tener un hogar sin muro
Quiero a mi hijo pisando firme
Cantando alto, sonriendo libre
Quiero llevar este canto amigo
A quién lo pudiera necesitar
Yo quiero tener un millón de amigos
Y así más fuerte poder cantar
Recordaba también los tiempos de mi adolescencia, cuando los chicos y chicas que se consideraban populares eran los que veíamos siempre rodeados de amigos… pero estos que estaban junto a ellos, ¿se podían considerar verdaderamente amigos?
Entonces empecé a preguntarme: con tantas personas a nuestro alrededor, ¿cuántas veces hemos sentido que no tenemos a quien acudir cuando tenemos alguna necesidad? Otras veces, al pasar revista a ciertas etapas de nuestras vidas, nos damos cuenta que aquellos que en esos momentos decíamos que eran nuestros «besties», simplemente se fueron alejando.
Entonces, ¿qué es la amistad? ¿Qué es ser amigo? ¿Soy yo una amiga para otros? ¿Cómo puedo cultivar buenas amistades? Si en algún momento de tu vida han pasado por tu mente preguntas como éstas, te propongo que juntas reflexiones y tratemos de buscar algunas respuestas.
Como cristianas, Dios nos manda a examinarlo todo y retener lo bueno (1 Tes. 5:21), así que vamos a investigar primero el origen y significado de las palabras amigo y amistad, y luego profundicemos en la Escritura para observar qué el Señor tiene que decirnos sobre este tema.
En el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (RAE) encontramos la siguiente definición de amistad: «Afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato».
La palabra amistad tiene su origen en el latín «amicĭtas» o «amicitātis», que se deriva de «amicitĭa». Ésta viene de amīcus, que se traduce como amigo. El término amigo, a su vez, procede del verbo «amāre», que significa amar.
En internet también encontramos esta definición de la palabra amigo que nos arroja más claridad: «Un amigo es una persona con quien se mantiene una amistad. Una amistad es una relación afectiva entre dos personas, construida sobre la base de la reciprocidad y el trato asiduo. Los valores fundamentales en una amistad son la lealtad, el amor, la solidaridad, la incondicionalidad, la sinceridad y el compromiso».
Si leemos detenidamente estos conceptos, podemos notar algunos aspectos que los caracterizan:
- Requiere de dos personas. No es una relación unilateral.
- Se da y recibe afecto, amor.
- Se consolida con el paso del tiempo.
- Tiene como pilares fundamentales el desinterés, la lealtad, la solidaridad, la transparencia y sinceridad.
- Existe un compromiso de ambas partes para mantener la relación.
Al leer nuestra Biblia, podemos percatarnos que el amor y la amistad son importantes para Dios. Como ejemplo, en La Biblia de las Américas (LBLA) la palabra amigo se menciona 105 veces; y en la versión de la Nueva Traducción Viviente (NTV) 203 veces. ¡Esto nos muestra que Dios quiere que pongamos atención a este tema!
El origen bíblico de la amistad es el amor, cuya fuente es el mismo Dios. El amor es de Dios y Dios es amor (1 Jn. 4:8). El amor es un atributo de Dios, es parte intrínseca de Su naturaleza y nosotras, como criaturas hechas a Su imagen y semejanza, hemos recibido la capacidad de amar como Él.
Dios mismo nos modela en la Escritura relaciones de amistad verdaderas. En Santiago 2:23, vemos cómo Abraham fue llamado amigo de Dios: «y se cumplió la Escritura que dice: “Y Abraham creyó a Dios y le fue contado por justicia”, y fue llamado amigo de Dios».
Así también en Éxodo 33:11, leemos que el Señor tenía una amistad cercana con Moisés: «Y el Señor acostumbraba hablar con Moisés cara a cara, como habla un hombre con su amigo».
¿Qué nos llama la atención de estos dos pasajes en los que Dios explícitamente llama a estos dos siervos sus amigos? El tipo de relación íntima que tenían con su Señor, tanto Abraham como Moisés. Ambos buscaban el rostro de Dios continuamente, le escuchaban y le obedecían.
Jesús también habló a Sus discípulos de manera contundente sobre la amistad: «Nadie tiene un amor mayor que este: que uno dé su vida por sus amigos» (Juan 15:13). Cristo nos consideró Sus amigos y por nosotros se encarnó para darnos la mayor muestra de amor que se puede dar: tomó forma de siervo haciéndose semejante a los hombres y se humilló, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz (Fil. 2:5-8).
El libro de Proverbios es una colección de principios prácticos que nos sirven para tomar decisiones sabias en las diferentes circunstancias de nuestras vidas. En este libro encontramos muchas enseñanzas que nos indican cómo tener una amistad genuina y a la manera de Dios:
- Seamos sabias al escoger nuestras amistades (Prov. 13:20).
- Seamos confiables y leales (Prov. 16:28).
- Seamos cuidadosas de no destruir la confianza puesta en nosotras (Prov. 17:9).
- Amemos de manera incondicional (Prov. 17:17).
- No busquemos beneficio económico (Prov. 19:4).
- Respetemos el espacio personal (Prov. 22:24-25).
- Seamos honestas y transparentes (Prov. 27:6).
- Seamos fieles en el tiempo (Prov. 27:10).
A diferencia de la canción de Roberto Carlos que mencioné al principio, Proverbios 18:24 nos dice: «El hombre de muchos amigos se arruina…», mostrándonos que no debemos enfocarnos en la cantidad de amigos que quisiéramos, sino en tener unos pocos, pero con una relación íntima, leal, sincera y transparente.
Así como el agricultor siembra las semillas y las cuida con paciencia para obtener una buena cosecha, la verdadera amistad debe ser cultivada… requiere tiempo, dedicación y compromiso. Debemos estar dispuestas a entregarnos a nosotras mismas como abono para una buena amistad que honre a Dios.
Sigamos el ejemplo de Cristo, quien es nuestro Amigo verdadero, el Único que da real significado a la amistad. Jesús amaba de palabra y de hecho, confrontó, reconfortó, alentó, estuvo presente, tuvo compasión, amó a Sus enemigos y oró por todos.
Amada hermana, tomemos un momento y consideremos cuánto nos estamos invirtiendo en la vida de los demás, así como lo hizo nuestro Señor. Debemos pensar que Dios nos ha colocado dentro de un cuerpo para que podamos vivir nuestra vida cristiana apoyándonos unos a otros.
Pongamos nuestros dones y talentos al servicio de nuestra iglesia local. De esta manera, Dios nos da la bendición de glorificarle junto a nuestros hermanos (1 Ped. 4:10-11). Así también tendremos la oportunidad de vivir el ministerio de «los unos a los otros» que el Señor nos ha encomendado.
Si escudriñamos la Escritura, encontraremos cerca de 60 exhortaciones para hacer algo por otras personas. Esto requiere intencionalidad e involucramiento de nuestra parte. Veamos algunos ejemplos:
- Estén en paz los unos con los otros (Mar. 9:50).
- Lávense los pies los unos a los otros (Juan 13:14).
- Ámense los unos a los otros (Juan 13:34-35; Juan 15:12; Juan 15:17).
- Tengan el mismo sentir unos con otros (Rom. 12:16).
- No se juzguen los unos a los otros (Rom.14:13).
- Acéptense los unos a los otros, así como también Cristo nos aceptó (Rom. 15:7).
- Amonéstense los unos a los otros (Rom. 15:14).
- Salúdense los unos a los otros con un beso santo (Rom. 16:16).
- Sírvanse por amor los unos a los otros (Gál. 5:13).
- Exhórtense los unos a los otros (Heb. 10:25).
El apóstol Pablo compara nuestra vida en el Señor como una carrera (Fil. 3:12-14) y para hacerlo bien, necesitamos de la compañía cercana de otras hermanas que corran junto a nosotras y nos ayuden en esta carrera de la fe, alentándonos mutuamente para poder llegar a la meta juntos y estar con Cristo por la eternidad (Heb. 10:24-25).
A fin de cuentas, al leer las definiciones que buscamos en los diferentes diccionarios, vemos que son parecidas a lo que Dios nos muestra en Su Palabra; sin embargo, la visión tergiversada que tiene esta sociedad posmodernista sobre el amor y la amistad está muy divorciada de sus verdaderos significados.
Cuidemos de no dejarnos arrastrar por las corrientes del mundo y renovemos nuestra mente de acuerdo al estándar de Dios: amemos como Él, dediquémonos a cultivar amistades a la manera de Él, sirvamos a los demás como Él. Reprogramemos nuestras motivaciones sobre la amistad, y empecemos a cambiar el «yo quiero tener amigas» a «yo quiero SER amiga».
Por último, recuerda que nuestra felicidad nunca estará en la cantidad de amigos que tengamos, sino que encontraremos el verdadero gozo mientras más estrecha sea nuestra relación con Cristo, nuestro Salvador, Señor y AMIGO.
Jenny Thompson de Logroño: Casada con el pastor Reynaldo Logroño y madre de Celso, Sebastián y Reynaldo. Licenciada en Administración de Empresas con experiencia en el sector escolar. Miembro de la Iglesia Bautista Internacional desde al año 2007, diaconisa y directora del Ministerio de Escuela Bíblica Dominical y además es parte del cuerpo de consejeros y del equipo del Ministerio de mujeres Ezer.
Este articulo fue tomado de mujeres.lifeway.com