POR GERALD L. STEVENS
Después de su creación como equipo de fútbol americano en 1967, los New Orleans Saints languidecieron en el estancamiento de la derrota. Junto con otros fans leales, yo esperaba cada año, con ansiedad, lo que sucedería en la próxima temporada. Esperamos 43 años! Pero un día, como en un sueño, nuestra lealtad recibió su premio: los Saints ganaron el Súper Bowl XLIV en el año 2010.
New Orleans explotó de alegría. Se estima que unos 800 000 fans se agolparon en las calles para observar el desfile de los ganadores.1 Yo no veía la hora de que dieran vuelta a la esquina para verlos. Lleno de expectativa, me esforzaba por verlos llegar; seguro de que en cualquier momento el entrenador Sean Payton y el trofeo del Súper Bowl aparecerían delante de mis ojos. Tenía esperanza de ver el trofeo y tenía una razón sólida para ello: porque los Saints eran los campeones.
CONFIADA EXPECTATIVA
A veces, no reflexionamos sobre hasta qué punto la esperanza fortalece nuestra vida cotidiana. El poder de la esperanza es fundamental para la vida cristiana. Ella da poder a la vida del cristiano. Nuestra esperanza es la expectativa confiada de que Dios cumplirá lo que ha prometido por Jesucristo. Es importante distinguir esta esperanza de algo que simplemente deseamos. El deseo no tiene una razón sólida en qué basarse. Por ello, en las conversaciones habituales, ”esperar” algo puede significar no tener la certeza de qué pasará. Por el contrario, la esperanza cristiana es una realidad completamente diferente; es todo lo opuesto. Es tener la certeza de un resultado. Esta esperanza tiene una razón sólida: está basada en lo que Dios ya ha hecho. Él ya envió a Su Hijo a morir por nuestros pecados y lo resucitó (1 Tes. 5:9-10). La batalla ya se libró, el juego ya está ganado. El equipo victorioso dará la vuelta a la esquina en cualquier momento con el trofeo en sus manos.
Una de las grandes epístolas de la esperanza cristiana es 1 Pedro. Ya antes de terminar el tercer versículo de esta maravillosa epístola, la palabra esperanza figura prominentemente en la bendición inicial: “Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos”.2 En habla popular, lo diríamos así: “¡Hecho!”. ¿Por qué este mensaje era tan maravilloso para los lectores de Pedro? Porque en el mundo antiguo no había esperanza.
ASOMBROSA ESPERANZA
La palabra griega que se traduce como “esperanza” en 1 Pedro 3:15 es elpis. Esta palabra se define de tres maneras: 1) como un anhelo expectante con un fundamento cierto, 2) desde el punto de vista de su fundamento y 3) desde el punto de vista de su objeto.3 La vida cristiana está llena de una esperanza valerosa y expectativa que se refleja, aun, en la creación misma (Rom. 8:18-21). El fundamento de la esperanza cristiana es lo que Dios ya ha cumplido en Jesús, resucitándolo de los muertos (1:4). El objeto de
la esperanza es Dios mismo (1 Juan 3:2). Dado que Dios es el Autor de la vida, el objeto de la esperanza es la resurrección a una nueva vida (Hech. 23:6). Dado que Dios ha logrado esta nueva vida en Jesús, que ya ha resucitado de la tumba, el objeto de la esperanza también puede ser expresado como ser llevado a la gloria por medio de Jesús (Heb. 2:10). La forma preferida por Pedro para expresar esta verdad cristiana, es describir la esperanza del cristiano como una esperanza “viva” (1 Ped. 1:3). La esperanza es viva porque su objeto es vivo.
Ninguna otra filosofía del mundo antiguo tenía un mensaje tan maravilloso, basado en un fundamento tan sólido. Es interesante que no es habitual encontrar referencias a la esperanza en el mundo antiguo. Las filosofías más importantes eran propuestas sin hacer mención de la esperanza. El estoicismo, enseñaba que la esperanza era un vicio, no una virtud.4 Lo que más prevalecía era el cinismo. Está claro que, sin conocer a un Dios personal y amoroso, ¿cómo no iba a prevalecer el cinismo? Quienes no pertenecen a la fe cristiana están, como dijo Pablo, “sin esperanza y sin Dios en el mundo” (Ef. 2:12).
Todos necesitamos esperanza. Dios en Cristo satisface esa necesidad.
La actitud que vemos en el dramaturgo Sófocles, uno de los más famosos escritores de las tragedias griegas del siglo V a.C., podría ser común entre los ciudadanos de Atenas. Sófocles afirmó flemáticamente: “Lo mejor, más que cualquier otra cosa, es no nacer; pero cuando un hombre ha visto la luz del día, lo más aproximado a lo mejor es que lo más rápidamente posible pueda volver al lugar de donde vino”.5
El mensaje cristiano llenó el vacío del corazón humano con el mensaje del amor de Dios (Juan 3:16) y la extraordinaria esperanza de un futuro glorioso (Rom. 5:2; 8:24).
La predicación cristiana nunca se caracteriza por la incertidumbre con respecto al resultado de su fe. La esperanza cristiana es central para esta predicación que produjo un mensaje único, como nunca antes se había oído en el mundo.
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1. Ramón Antonio Vargas, “New Orleans Saints Super Bowl Parade Crowd Was Largest in Memory, Organizer Says” (La multitud reunida en el desfile de festejo de la victoria de los New Orleans Saints fue la más grande que se recuerde, afirma un organizador), The Times-Picayune (en línea; consultado el 15 de agosto de 2013). Disponible en Internet: www.nola.com/superbowl/index.ssf/2010/02/new_orleans_saints_super_bowl_9.html.
2. Las citas bíblicas son tomadas de la Santa Biblia, versión Reina-Valera 1960.
3. e˙lpi(elpis, esperanza) en A Greek-English Lexicon of the New Testament and Other Early Christian Literature (Léxico Griego-Inglés del Nuevo Testamento y Otra Literatura Cristiana Primitiva), William F. Arndt y F. Wilbur Gingrich, rev. F. Wilbur Gingrich y Frederick W. Danker, 2da. ed. (Chicago; Univ. of Chicago Press, 1979), pp. 252-253.
4. Everett Ferguson, Backgrounds of Early Christianity (Trasfondos del Cristianismo Primitivo), 3a. ed. (Grand Rapids: Eerdmans, 2003), p. 358.
5. Sófocles, The Oedipus of Colonus of Sophocles (Edipo en Colono, de Sófocles), ed. Richard Jebb (Cambridge: Cambridge Univ. Press, 1889), línea 1225.
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Gerald L. Stevens es profesor de Nuevo Testamento y Griego en el Seminario Teológico Bautista de Nueva Orleans.
Artículo tomado de Estudios bíblicos para la vida | Adultos | 2020 | Volumen 3