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La presentación de 1 Juan

por Lifeway | November 4, 2022

POR C. MACK ROARK

Entre la últimas cartas del Nuevo Testamento, 1 Juan fue escrita por Juan, el apóstol, a una avanzada edad. La vieja tradición dice que después de la crucifixión Juan se quedó en Jerusalén, y al morir María, la madre de Jesús, se trasladó a Efeso, donde ministró hasta su destierro en Patmos. En Efeso, en algún momento entre los 80 y los 100, escribió su Evangelio, el último de los cuatro conocidos. Aproximadamente una década más tarde escribió también la carta que llamamos 1 Juan. Que la carta es posterior al Evangelio y no a la inversa, es obvio para la mayoría de los eruditos. Aparentemente había pasado suficiente tiempo como para que el Evangelio estuviera circulando y fuera estudiado, interpretado, y mal interpretado, y para que sobre la base de esa mala interpretación ocurriera un cisma o división en las iglesias que leían ese Evangelio. Juan escribió su epístola precisamente para confrontar esa división. (Ver especialmente 2:19, 21, 24, 26; 5:13).

Por lo tanto, nosotros debemos llamar a 1 Juan una Carta Pastoral, dirigida a un circuito de iglesias en los hogares, dentro y alrededor de Efeso, para contrarrestar la división. Juan no tenía la intención de volver a unir a esas dos facciones. Por el contrario, él quería exponer el error, y dejar bien claro que los que se habían separado no pertenecían al grupo (2:1); él deseaba fortalecer a los fieles ante aquellos que estaban pervirtiendo la verdad (2:26).

¿Quiénes eran esos falsos maestros, y cómo estaban pervirtiendo el Evangelio de Juan? Por la caracterización que Juan hace de ellos, sabemos que estaban errados en su doctrina y en su y ética. Examinar estos dos errores abrirá una ventana que nos permitirá ver la situación de la vida de las iglesias, como también las enseñanzas básicas de la carta.

En términos de doctrina, el contexto de 1 Juan es la elevada Cristología del Cuarto Evangelio. La carta obviamente presupone el evangelio, que deja bien claro que Jesús de Nazaret es el Mesías enviado por Dios. En realidad, todo el propósito de su Evangelio es conducir a las personas a la fe en Jesús como el Mesías (Juan 20:30-31). Cuando Juan dice que «Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios», él está resumiendo una Cristología que comenzó en el prólogo con «y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros»(Juan 1:14). Jesús era Dios reencarnado. Esta elevada Cristología está reflejada en la manera en que Juan habló de Jesús. Él era el verbo de Dios reencarnado (Juan 1:1); Él y el Padre eran uno (14:9); nadie tenía el poder de quitarle Su vida, sino que Él la ponía por sí mismo (10:18). Aun Su muerte fue una glorificación. Después de leer ese evangelio, algunos quedaron tan enamorados con su elevada visión del Cristo divino, que dudaron o negaron que Él fuera realmente humano. La teología de 1 Juan se comprende mejor como una respuesta a este sobre énfasis ante una elevada Cristología. En la carta, Juan dice que aquellos que niegan que Jesús es el Cristo (2:22) no están negando tanto que hay un Mesías, sino que Jesús de Nazaret, que se hizo carne, podría ser el Mesías de Dios (4:2-3). Esa creencia, para Juan, era realmente el «anticristo» (2:18-23; 4:1-3).

¿Podemos seguir identificando a esos herejes? Aparentemente pertenecían al gnosticismo y al docetismo, y probablemente eran seguidores de Cerinto. ¿Pero qué significan esos términos? Los gnósticos, entre otras cosas, tenían una visión mundial dualista. El espíritu (Dios) es bueno, pero lo físico (humanidad) es malo. Desde este dualismo gnóstico se desarrolló el docetismo (del griego dokein, «parecer»). Los gnósticos decían que Jesús solamente parecía experimentar lo humano, porque el Mesías de Dios ciertamente nunca habitaría en la carne, que por definición era algo malo. Ignacio de Antioquía fue el primero en usar la palabra «parecer» al describir su teología. Escribiendo a los Trallianos, les dijo: «Sean sordos, por lo tanto, cuando alguien les hable con excepción de Jesucristo… que realmente nació, que comió y bebió; que fue perseguido bajo Poncio Pilato, que realmente fue crucificado y murió… que realmente fue levantado de entre los muertos».

Cerinto era un gnóstico que asumió esta distinción entre el espíritu y la carne y por lo tanto hizo una distinción entre el Cristo divino y el Jesús humano. Cerinto decía que el Cristo (espíritu) vino a Jesús (carne) en Su bautismo (por eso la formula «Este es mi Hijo amado, en quien tengo contentamiento») y lo dejó justo antes de la crucifixión (por eso la formula «Mi Dios, mi Dios, ¿por qué me has desamparado?») Aunque puede parecer demasiado afirmar con certidumbre que Juan estaba dirigiéndose a los seguidores de Cerinto, pertenecientes al docetismo y al gnosticismo, esa era precisamente la clase de herejía que él atacaba.

El segundo error que 1 Juan confrontó era ético. Cuando los herejes rechazaban la humanidad de Jesús, de la misma manera despreciaban la vida que El vivió. Su Cristología inferior mostraba una moralidad inferior. Y como el cuerpo malo era para ellos solamente como un sobre que contenía al espíritu, nada que el cuerpo pudiera hacer afectaría a ese espíritu, de modo que lo bueno y lo malo no eran un factor. Juan estaba «refutando un sistema de pensamiento que carecía de honestidad moral». Su nueva teología producía una nueva moralidad que era, en realidad, inmoralidad.

La Cristología del docetismo produjo un grupo de cristianos gnósticos que estaban listos para decir «Yo lo conozco» (2:4) y con ese conocimiento reclamar que estaban por encima del pecado (1:8, 10). Pero todo el tiempo sus vidas demostraban que «no lo conocían». Su elitismo espiritual acoplado con su actitud hacia el pecado resultó en una pérdida de amor por los hermanos (2:7-11; 3:10-18; 4:7–5:3). Claramente no lo conocían, porque no guardaban Sus mandamientos: «El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso» (2:4). Juan luego resume los mandamientos así: «Y este es su mandamiento: Que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y nos amemos unos a otros como nos lo ha mandado» (3:23). La ética para Juan era principalmente una cuestión de amor, que crecía de ese amor salvador que Dios tuvo por nosotros (4:10-11). El mandato del evangelio «que os améis unos a otros» (Juan 13:34) se repite cinco veces en 1 Juan: 3:11, 23; 4:7, 11, 12.

Juan refutaba un sistema de pensamiento y la falta de honestidad moral.

En su intento por corregir esas herejías, Juan estableció una serie de pruebas para el Cristianismo auténtico. Estas pruebas pueden agruparse por lo menos en 25 áreas. Están embebidos o insertados a través de 105 versículos. Su intención era probar y traer seguridad a los verdaderos cristianos. Dos fórmulas literarias fueron usadas para presentar las pruebas: (1) frases condicionales, por ejemplo: «Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros» (1:8; ver 1:5-10, 2:3; 4:12; 5:2); y (2) cláusulas relativas, por ejemplo: «El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él» (ver 2:4-11, 23; 3:8, 10, 17; 4:6-8, 15, 16, 20; 5:1, 4, 10, 12). Una mirada a estos pasajes muestra que las dos pruebas de autenticidad primarias son creer que Jesús es el Hijo de Dios encarnado, y amarse unos a otros. Por lo menos 11 tienen que ver con creer en Jesús, y por lo menos 15 en amar odiar a un hermano.

Uno también debe considerar el vocabulario de 1 Juan. Tres palabras tienen especial prominencia: amar, conocer y permanecer. Amar, como sustantivo, verbo y adjetivo, se menciona 52 veces. Conocer se menciona unas 40 veces. Como la palabra gnóstico viene de la palabra griega conocimiento, Juan puede haber enfatizado esta palabra con una aguda ironía. Mientras descartan a aquellos que claman conocer, pero que no lo hacen, él les dio la plena seguridad que uno «puede conocerlo». Ese era en realidad el propósito de la carta: «Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna» (5:13).

Permanecer aparece unas 25 veces en los 105 versículos, y tal vez sirve como una metáfora dominante para la carta. Fue usada con los dos temas más importantes de la misma: doctrina (4:15) y ética (3:6, 9, 24). Quizá haciendo eco del capítulo 15 del Evangelio, la metáfora de «permanecer» en esta carta fue su término favorito para la vida en Cristo del creyente.

Primera Juan 3:23-24 resume muy bien la carta, con su énfasis en creer y amar, y su metáfora de la permanencia mutua entre el creyente y Cristo.

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C. Mack Roark es Profesor de Biblia en Dickinson, Oklahoma Baptist University, Shawnee, Oklahoma

Este articulo fue tomado de EBPLV | Otoño | 2021

www.estudiosbiblicosparalavida.com

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