Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado.
Daniel 3:18
Muchas veces las excusas son los mejores escondrijos para justificar una desobediencia. Es posible que los amigos de Daniel sintieran la tentación de justificarse para no obedecer a Dios. Tal vez dirían: «Todos los demás están obedeciendo al rey, quizá por una sola vez Dios entenderá». Sin embargo, las excusas no fueron el escondite de aquellos hombres, por el contrario, fueron hombres valientes que decidieron obedecer a Dios antes que a la orden del rey.
Sadrac, Mesac y Abednego reconocían que solo había un Dios digno de adoración y obediencia. A ese Dios servían sin considerar el precio que conllevaba obedecerle. Ellos sabían que Dios tenía el poder para librarles del horno de fuego, pero aunque Dios no lo hiciera, ellos habían decidido ser fieles a Dios. Este es un ejemplo maravilloso de una vida de devoción y obediencia.
Quizá hoy no tengamos el mandato de inclinarnos a adorar una estatua de yeso, pero cada día somos tentados a ir en contra de los mandatos de Dios. Hoy debes recordar que Dios es digno de tu obediencia, aunque muchas veces esta tenga un alto precio. Debemos unirnos a lo que dijo al apóstol Pablo «Yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día» (2 Timoteo 1:12b). Podemos decidir obedecer a Dios porque es un acto de rendición que trae gloria a Su nombre y un testimonio a los demás de que Dios es nuestra autoridad antes que los hombres. Entonces, no pongas excusas para huir de tu obediencia, confía en Él y obedece.
Señor, dame valentía para decidir obedecerte aunque el precio sea alto.
Por Denisse Manchego
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