Sirviendo al Señor con toda humildad, y con muchas lágrimas, y pruebas que me han venido por las asechanzas de los judíos.
Hechos 20:19
Mientras el reino de Darío dominaba gran parte del mundo antiguo, otro reino se formaba, haciéndose más grande y poderoso: el reino de Macedonia, que luego sería el imperio griego que dominaría con gran poder militar, cultural y religioso. El rey que consolidaría a Grecia sería apenas un muchacho, discípulo de Aristóteles, que a la edad de 20 años se sentaría en el trono de su padre. Este joven rey nunca fue derrotado en batalla, por lo que fue considerado el más famoso comandante de la historia: Alejandro el Grande.
Alejandro siempre se preocupaba por su nombre y reputación: «Cuán grandes son los peligros que tengo que enfrentar para ganar un buen nombre en Atenas». Y es interesante que esas mismas son nuestras preocupaciones en los reinos que construimos. Nuestra imagen, nuestra reputación, nuestros logros, nos importan mucho en nuestros reinos. Buscamos intensamente: «¿Qué piensas de mí?».
Sin embargo, Pablo nos muestra otra clase de reino. Un reino cuyo eslogan es «Yo vivo para servirte». En sus viajes misioneros, su objetivo era llevar a la gente de un reino de tinieblas y pecado al reino de Jesús. Abrió su corazón a los ancianos de Éfeso, sabiendo que tal vez esa sería la última vez que los vería, y les contó sus tribulaciones en nombre del evangelio. Pero en medio de sus pruebas Pablo tenía un gozo que lo motivaba a continuar la carrera. Y ese mismo gozo, que solamente Jesús nos ofrece, ¡puede ser tuyo hoy mismo!
Padre, ayúdame a encontrar el gozo de Cristo para continuar la carrera. Amén.
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Por Guille Terrazas
Este devocional fue tomado de Quietud guía devocional diario | Octubre 28, 2022