Y se decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?
Lucas 24:32
Una joven me contó que fue a su país para que su esposo viera donde ella había nacido. La carretera para llegar al pueblo no estaba en buenas condiciones. Era un camino polvoriento, con baches llenos de agua estancada que salpicaban cada vez que pasaba otro automóvil. Ir por esa carretera no era un paseo. Ella sintió tristeza mientras viajaba. Dos de los discípulos de Jesús, en diferentes circunstancias, también sintieron angustia cuando iban camino a Emaús.
La esperanza de estos dos discípulos había muerto. Ellos esperaban al Mesías, pero la muerte de Jesús los desalentó. Mientras andaban y hablaban, Jesús se acercó a ellos y les preguntó de qué se trataba la conversación. Esta pregunta los sorprendió porque no esperaban que alguien desconociera lo acontecido. Así que, en el camino, Jesús les enseñó lo concerniente a Él en las Escrituras. Sin embargo, ellos no lo reconocían. No lo reconocieron hasta que Jesús aceptó la invitación para quedarse con ellos, y allí fue donde les fueron abiertos los ojos y descubrieron por qué ardían sus corazones.
A lo largo de nuestra vida podemos ir por caminos tan polvorientos que nos agobian, como a la joven que me habló de su viaje. Tal vez encontremos baches tan profundos que nos salpiquen con toda clase de desalientos. Pero no olvidemos que al igual que Jesús caminó con los dos discípulos hacia Emaús, así también va a nuestro lado hasta el fin del mundo. Y si lo invitamos a entrar en nuestra morada y lo reconocemos, Él nos dará el consuelo y la paz que necesitamos en nuestros corazones.
Padre, te doy gracias porque sé que mi redentor vive y está siempre a mi lado.
Por Rosa Martinez
Quietud | Primavera | 2023 www.lifeway.com