Dije yo en mi corazón: Ven ahora, te probaré
con alegría, y gozarás de bienes. Mas he aquí
esto también era vanidad.
Eclesiastés 2:1
Cuando llega el verano, todo el mundo hace planes. Algunas personas hacen planes para viajar, conectarse con la naturaleza y buscar paz fuera de sus rutinas. Hay gente que se dedica a tener un verano lleno de actividades y otros practicar algún deporte. Otros prefieren divertirse pasando tiempo con amigos; los restaurante se llenan y la gente busca pasar un buen momento. También hay otros que aprovechan el verano para adquirir conocimiento aprendiendo alguna habilidad, quizás leer más o remodelar sus casas. Y hay también aquellos que se dedican a trabajar más horas para obtener más ingresos.
El rey Salomón, a quien tradicionalmente se reconoce como el autor del libro de Eclesiastés, lo intentó todo para encontrar propósito en la vida y encontrar ese «algo» que su corazón anhelaba para sentirse completo. Él también intentó llenar su vida de diversión, buscó el conocimiento, trabajó e hizo muchas obras, buscó la compañía de amigos y adquirió riquezas; sin embargo, nada de lo que el mundo le ofrecía le daba satisfacción y se dio cuenta que todo era vanidad.
Yo también me sentí vacío y sin sentido por muchos años, buscando ese «algo» que llenara mi vida. No fue hasta que Cristo vino a mi vida que comprendí que Jesús era lo que yo necesitaba. Dios ha creado al ser humano para que tenga comunión con Él y para restaurar la relación rota que teníamos con Él. Cuando el ser humano trata de llenar el vacío que tiene con cualquier cosa o persona que no sea Dios, seguirá anhelando lo que le hace tanta falta. Jesús dijo, «Venid a mí todos los que estáis trabajados
y cargados, y yo os haré descansar». (Mat. 11:28). Solo Cristo es el que nos puede llenar con verdadera alegría, gozo, y paz; y solo Él puede llenar el vacío que tiene todo ser humano.
Gracias, Señor Jesús, por haber venido a mi vida
Por Joel Guzman Quispe
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