Cada creyente comprometido anhela sacar de sí mismo un carácter y una fe que pueda estar firme en el Monte Carmelo y clamar al cielo en situaciones imposibles. Pero pocos son los que están dispuestos a atravesar el proceso que se requiere para llegar allí. La fortaleza en la fe, el carácter y la firmeza sólo se pueden forjar en las llamas escondidas del silencio, la rutina, la soledad y la adversidad. Aquellos que esperan pacientemente en Dios en medio de la oscuridad salen con una lealtad santa cimentada, un coraje tatuado, y su confianza fiel en Él encendida.
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