POR VERÓNICA RODAS
En Proverbios 29:15 al 17, leemos acerca de la necesidad de corregir a nuestros hijos de tal manera que no actúen como muchachos consentidos que nos avergüencen sino por el contrario traigan descanso a nuestra alma. Y una buena aplicación es ayudarlos a abandonar el hábito de pedir las cosas llorando.
En el versículo 15 leemos: «La vara y la corrección dan sabiduría. Mas el muchacho consentido avergonzará a su madre».
Se nos exhorta a corregir y nos muestra un gran mal: «el muchacho consentido». Un hijo a quien le doy todo lo que pide, a quien he dejado que me manipule con lágrimas y enojo para obtener lo que dice querer y necesitar. Le he dado todo y he aceptado la manera en que me lo pide.
Necesitamos entender que en la relación padres e hijos, desde el mismo comienzo, se forman patrones y, por supuesto, nuestros hijos intentan establecer los suyos: «Yo lloro, tú me das lo que pido». Si dejamos que esto se establezca, así será. Pero si consistentemente cada vez que lo intenta, nosotros repetimos «llorando no», ellos eventualmente, sabrán que ese patrón no funciona.
De lo contrario, tristemente convertiré a mi hijo en un insensato.
Necesitamos reconocer que es nuestra responsabilidad. La diferencia entre un niño que pide las cosas educadamente a uno que las pide llorando, es la disciplina que su madre ha empleado.
Cualquier justificación de nuestra parte al respecto, No glorifica a Dios y lo único que logrará es daño a tus hijos y a ti misma.
El trabajo de instrucción que nos ordena nuestro Señor, debe ser hecho en amor y persistencia.
Si no disciplinamos o frenamos a nuestros niños, su rebeldía irá creciendo y dará su fruto. La maldad se va multiplicando, aumenta en numero y poder. Como aquellos del Salmo 92:7 donde su maldad brota y florece. O el pueblo descrito en Oseas 10:1 como «una frondosa viña» en la cual «conforme a la abundancia de su fruto» se multiplica su maldad.
Como un remedio a esta catástrofe, el versículo 17 vuelve a exhortarnos:
«Corrige a tu hijo».
Y agrega un claro contraste con los dos versículos anteriores: «y te dará descanso, y dará alegría a tu alma».
Si seguimos el consejo de Dios, veremos a nuestros hijos, por Su gracia, caminando en sabiduría (versículo 15), y esto nos dará «descanso, y alegría a nuestra alma» (versículo 17). La disciplina ejercida en la sabiduría de Dios, ¡cuánta ansiedad, dolor y frustración nos evita!
Proverbios 23:15 afirma: «Hijo mío, si tu corazón es sabio, también a mí se me alegrará el corazón».
Es una alegría enorme ver a nuestros niños actuando sabiamente. Los amamos, y como expresó el apóstol Juan de sus hijos espirituales en su tercera carta: «No tengo mayor gozo que este, el oír que mis hijos andan en la verdad» (2 Juan 4).
Necesitamos entender que los niños forman hábitos que nosotras permitimos. Lamentablemente, necesitamos reconocer, que muchas veces participamos en sus errores, al no corregirlos, o al hacerlo según nuestras propias opiniones y no en la sabia guía del Señor.
Pero tenemos una gran promesa y dirección de Dios: Él nos ayudará a hacerlo, y el fin será «descanso, y alegría para nuestra alma»
Demos gloria a Dios al ayudar a nuestros hijos a tener corazones enseñables.
Verónica Rodas es esposa del pastor Luis Rodas. Madre de Cintia (17) y Zoé (6). Juntos sirven al Señor en Córdoba, Argentina. Su anhelo es mostrarle a la mujer lo deleitoso y hermoso que es ser discípula de Cristo.
Este articulo fue tomado de Lifewaymujeres.com