por Dawn Sherill-Porter
Todos hemos oído las tristezas del invierno. Muchos las hemos sentido. Yo, por lo menos. Cuando pienso en el invierno pasado, recuerdo las palabras del Sr. Tumnus en el libro de Narnia, “siempre es invierno, pero nunca es Navidad”.
El invierno nunca ha sido mi estación favorita, aunque para muchos tiene cierta magia. Soy una chica de verano. Me encantan los colores vivos y la calidez del sol, las piscinas y las mariposas. ¡Me encanta el verano! Un mundo que constantemente estuviera en invierno sin la posibilidad de la Navidad sería como una pesadilla para mí.
Ahora bien, reconozco que la nieve puede ser muy divertida y hermosa. Disfruto hacer ángeles de nieve, helados de nieve y criaturas de nieve (los “hombres de nieve” que hago parecen criaturas más que hombres, así que llamémoslos por lo que son). Disfruto una buena guerra de bolas de nieve y todos los años espero una blanca Navidad. Así que comprendo la belleza que la nieve trae. Pero también reconozco cómo la nieve puede cubrir la tierra con una manta y un silencio que aturde. Puede llegar a sentirse desolador y poco prometedor.
El año pasado dos meses de mi vida invocaron esta sensación de desolación congelada, llevándome a preguntarme si estaríamos congelados para siempre, estancados en un invierno Narniano sin la esperanza de que llegara la Navidad.
Vivo en un lugar donde en ocasiones cae una gran nevada. No sucede lo suficientemente seguido como para comprar esas grandes máquinas para despejar los caminos. Pero cada cierto tiempo nieva lo suficiente como para cerrar el pueblo entero. El año pasado las nevadas cerraron dos veces, durante unas semanas, los pueblos de mi pequeña esquina del mundo. Parecía que las dos tormentas de nieve traían las pérdidas en mi familia.
Por supuesto, justo antes que la tormenta descendiera sobre nosotros, Kyle, mi esposo, y yo corrimos a la tienda a comprar leche y pan. (Este es el ritual prenevada de nuestra área.) Acabábamos de llegar con nuestras compras cuando supimos que el abuelo de Kyle, que había estado enfermo, había empeorado. Nos dijeron que no viviría mucho más tiempo.
Mientras que dos pies de nieve cubrían la superficie, una avalancha de dolor cubrió nuestros corazones al comprender que uno de los héroes de la niñez y el mejor amigo de mi esposo había dejado este mundo para irse al próximo. Todo parecía tan silencioso. No solo que afuera la nieve transformaba todo en silencio, sino que tampoco Kyle volvería a escuchar la voz de “su aby” riéndose de algún chiste o dando algún consejo. Este silencioso dolor luego se mezcló con frustración porque los dos pies de nieve caídos paralizaron con eficiencia toda la vida de nuestro pueblo, se pospuso el funeral. ¿Cómo, exactamente, hace uno para suspender momentáneamente el dolor de perder a un ser querido?
Y al igual que la vida en nuestro pueblo estaba suspendida, el agua potable también se congeló, literalmente. Nuestras cañerías estaban sólidamente congeladas. No podíamos determinar en dónde exactamente estaba el sector congelado, pero no salía agua por ningún grifo de la casa. Afuera de la casa todavía teníamos una boca de incendios que estaba funcionando. Admito que cuando me descubrí poniéndome unas grandes botas y un gigante abrigo sobre mi pijama para caminar afuera a través de dos pies de nieve llevando una cubeta de cinco galones para intentar sacar agua para bañarnos y evacuar el inodoro, me sentí tan congelada como esas cañerías. Realmente hice menos viajes con las cubetas de agua que mi esposo y mi hijastro. Ellos definitivamente fueron los héroes congelados de la casa. Sin embargo, cada vez que lograba no caerme de cara en la nieve, ni derramar el agua fría sobre mí, lo contaba como una victoria personal ¡digna de una gran sonrisa! Era una de esas situaciones en las que uno no sabe si llorar o reír. Decidimos que reírnos sería mejor. La risa puede agregar calor a la situación más fría que haya, y en ese momento necesitábamos calor. Parecía que siempre sería invierno. Pero sabíamos que eso no era así. Sabíamos que las estaciones iban a cambiar. Sabíamos que vendría la primavera, aunque pareciera lo contrario.
Tristeza, dolor y gratitud
Con o sin nieve, el funeral del abuelo de Kyle tenía que suceder. Sin embargo, parecía improbable que un vehículo pudiera llevar el ataúd del abuelo de Kyle por aquellos caminos peligrosos hasta el cementerio. Pero al fin surgió algo tangible y activo que Kyle pudo hacer en medio de su dolor. Hizo que su viejo tractor arrancara. Lo manejó a través del frío para despejar el camino hacia el cementerio lo mejor que pudo. Cada milla congelada y cada grado bajo cero en el que él estaba en ese tractor era una declaración de amor. Y no solamente en honor a su abuelo. También intentó despejar el camino rural en donde viven mis padres. Desde luego, después de eso el tractor se rompió y lo hizo de tal forma que Kyle tuvo que conducirlo haciendo círculos en el terreno hasta que finalmente se detuvo. ¡Imagine cuánto se reían mis padres al verlo a través de la ventana dando vueltas y vueltas en su terreno nevado! Otra vez, en momentos fríos, el calor de la risa es una compañía bienvenida.
Por fin la nieve se derritió lo suficiente y pudimos hacer el funeral en el pueblo. Parecía que el dolor que estaba en una “pausa” se unía a una variada gama de emociones, tristezas y dolor mezclado con gratitud por la vida vivida y la promesa de un reencuentro. Cuando terminó el servicio, las únicas personas que pudieron asistir al cementerio fueron los organizadores del funeral y nosotros. Mi esposo ayudó a llevar el ataúd de su abuelo a su lugar final de descanso. Este era su acto final de servicio y amor hacia el hombre que jugó un papel tan importante en su vida. Ese día estuvo lleno de una cruda mezcla de hielo, nieve y el desorden del lodo como resultado de cavar la tierra que había comenzado a sentir el toque del deshielo. Una vez más, esa imagen refleja las crudas emociones de una familia que tuvo que posponer la despedida de un hombre que fuera un fundamento para sus vidas.
Sabíamos que las estaciones iban a cambiar. Sabíamos que la primavera vendría, aunque pareciera lo contrario.
Pronto la nieve se derritió, el agua volvió a funcionar y el calor se sintió en el aire. Hasta que dejó de ser así. Dos pies más de nieve nos volvió a lanzar al peligroso mundo congelado. Y esta vez, cuando nuestras cañerías se volvieron a congelar, fue por completo. Por suerte nos adelantamos y trajimos galones de agua destilada para cocinar, limpiar y beber. Cada vez que salíamos teníamos que atravesar dos pies de nieve aunque sin las cubetas de cinco galones. Esta segunda nevada también nos trajo un segundo golpe de dolor. A medida que la nieve se derretía convirtiéndose en un fango, la querida abuela de Kyle se fue con el Señor. Esta señora ocupaba el papel de madre, tía y abuela para muchas personas. Siempre la conocí y puedo decir con real honestidad que la consideré parte de la familia muchos años antes de casarme con su nieto. Mis primeros recuerdos de la iglesia incluyen escucharla cantando armonías en el coro y tocar el piano, solo de oído.
En su corazón tenía un lugar especial para Kyle. A menudo pasaban horas hablando y comentando la vida. Ella siempre estaba ahí transmitiendo sabiduría, música, risa, dirección…y la mejor comida. Cuando dio su último suspiro, nuestro mundo se volvió un poco más callado. Como la nieve que una vez más cubría nuestro pueblo, la silenciosa desolación de su partida cubrió nuestros corazones. En solo unas semanas nos vimos regresando al cementerio, esta vez era todavía más fangoso y desordenado. Mientras mi esposo ayudaba a cavar el hueco en la tierra donde enterraríamos sus cenizas, él volvió a entregar su acto final de amor y servicio; esta vez por una mujer notable que siempre estuvo ahí para él.
Lo que mi esposo sintió fue como un golpe doble al estómago al tener que decir adiós a dos de las personas más importantes de su vida, dos personas que siempre estuvieron ahí para él y que habían pasado incontables horas, tiempo de calidad con él. Ahora se habían ido todos esos momentos de calidad. Parecía que por segunda vez la muerte se robaba el calor de la vida.
La promesa de una nueva estación
Dolió. Se sintió frío. Se sintió como un invierno sin Navidad. Pero sabíamos que esa no era la realidad. Aparte de cómo nos sintiéramos, sabíamos que había cosas que eran verdad. No habíamos dicho adiós para siempre, solo durante una temporada. No estaríamos congelados para siempre, solo durante una temporada. La primavera llega luego de cada invierno de nuestras vidas. Este año no sería distinto. Dios nunca nos había dejado solos al enfrentar los desafíos de la vida. Esta vez no sería distinto.
Y la verdad que sabíamos comenzó a manifestarse. La nieve comenzó a derretirse. El agua volvió a comenzar a fluir por las cañerías. Como pequeñas plantas de primavera que salen de entre la nieve, los momentos de risas y sonrisas comenzaron a asomarse más y más a menudo en nuestras caras y corazones. Estaba llegando el deshielo que tanto esperábamos. No era Navidad, pero era igualmente poderoso. Después de todo en primavera celebramos el hecho que hizo posible el amor entre abuelos y nietos, el hecho que nos asegura que volveremos a ver a esos seres queridos, ese hecho que nos dio el motivo para reír o sonreír incluso en los momentos más desafiantes. En primavera celebramos la Pascua, la resurrección de nuestro Señor.
Así como Narnia comenzó a llenarse de colores y de vida cuando Aslan comenzaba a acercarse, nuestro mundo vuelve a tener toda la personalidad de la vida, el amor y la risa porque la fuente de toda la vida vive en nosotros. Esto no quiere decir que no extrañemos a los que hemos perdido o que no sintamos dolor o quebranto. Sí lo sentimos. Esas cosas son muy reales y extremadamente difíciles, pero simplemente no constituyen toda la historia. Sabemos esto por el milagro de la Resurrección. Este milagro hasta nos recuerda la belleza que podemos encontrar en momentos fríos de quebranto y pérdida. Porque en esos momentos el milagro de la Pascua es más poderoso. Nos recuerda que la maldad, el pecado y la muerte pueden herirnos, dañarnos y provocarnos gran dolor, pero al final no ganan. Han sido conquistados y conocemos al Conquistador personalmente. Él comparte Su victoria con nosotros. Gracias a Él realmente podemos tener vida después de una pérdida. Y tal vez…solo tal vez…después de todo esta chica de verano pueda ver la belleza del invierno.
Dawn Sherill-Porter ha estado involucrada activamente en la comunicación de la Palabra de Dios a través de su multifacética carrera. Ha empleado su visión y talentos creativos enseñando, hablando, escribiendo, editando y en consultoría. Dawn es cofundadora y socia de ECHO Creative Media, una sociedad editorial con más de veinte años de experiencia en creación editorial y servicios creativos de consultoría.
Pubilcado originalmente en la Primavera 2017 por Lifeway Español.