POR TINA BOESCH
Las hojas que cuelgan de la cuerda sobre la mesa de mi comedor, llevan escritas palabras de gratitud. Un par de semanas antes del Día de Acción de Gracias, coloqué hojas de papel con colores otoñales sobre el suelo y me dediqué a trazar los contornos de hojas de arce y roble, dándoles la forma con la ayuda de mis hijos. Cada día, durante dos semanas, antes del Gran Día, escribíamos una palabra o una frase en una de las hojas, algo por lo que estábamos agradecidos en nuestra vida. Cuando llegó el Día de Acción de Gracias, sobre nuestra mesa, colgaban decenas de hojas con palabras de agradecimiento.
MIRAR AL PASADO
Probablemente te imagines qué palabras habíamos escrito en esas hojas: familia, amigos, salud. Los primeros días, las palabras de gratitud que escribíamos tendían a ser algo generales. Pero a medida que pasaban los días, noté que las palabras se volvían más específicas, tratando de reflejar las cosas buenas que habíamos vivido durante el año: el sabor de la manzana con canela, los sábados en la mañana, cuando nos podíamos quedar un rato más en la cama, las vacaciones de verano con los abuelos, el picnic en el parque cuando vimos ese maravilloso atardecer color ámbar y rojizo, poder tomarnos de las manos para orar antes de las comidas.
Dar gracias implica recordar. La gratitud crece cuando miramos atrás y recordamos la provisión de Dios que da sentido y gozo a nuestros días. Si pensamos hacia donde estamos mirando cuando damos gracias, generalmente, vemos que miramos hacia atrás. ¡Y así debe ser! Dios suele llamar a Su pueblo a recordar y muchas veces, recordar nos produce fidelidad y alabanza.
En el Salmo 118, el llamado entusiasma dar gracias al Señor, se alterna con los recuerdos de la gracia salvadora de Dios en la vida del salmista. «Me empujaste con violencia para que cayese, Pero me ayudó Jehová», dice en el v. 13. Al reflexionar sobre la intervención redentora del Señor en su vida, en el pasado, el salmista promete proclamar «las obras» de Dios (v. 17). El testimonio del escritor de este salmo pasa de la remembranza del pasado a la alabanza en el presente y la esperanza para el futuro. Al final del salmo, está mirando a la futura venida del Mesías: «Bendito el que viene en el nombre de Jehová» (118:26).
Pasado. Presente. Futuro. El movimiento, en Salmos 118, va de la gratitud, a la alabanza y a la bendición. El salmo muestra que la misericordia de Dios sustenta toda la existencia, desde el tiempo pasado hasta nuestro futuro eterno. Al ver esas hojas colgadas, moviéndose lentamente sobre la mesa de mi comedor, me di cuenta de que mi familia puede recordar mejor la obra de Dios en el pasado y reconocerla en el presente que anticipar el bien eterno, futuro, que Dios nos ha prometido, bendiciéndolo a Él y bendiciéndonos unos a otros. Y estoy comenzando a darme cuenta de que la mirada hacia adelante es la que refleja mejor a un corazón lleno de fe. Esto es porque es más fácil creer en lo que ya hemos vivido, pero se necesita fe para tener esperanza en la gracia futura.
MIRAR AL FUTURO
¿Cómo podemos comenzar a llevar la bendición futura a la mesa del dia de Acción de Gracias?
Primero, bendiciendo a Aquel que es el origen de todo lo bueno. En el tiempo de Jesús, todas las oraciones comenzaban con una afirmación: «Baruch attah Adonai», una frase en hebreo que significa: «Bendito eres, Señor nuestro Dios». Esta declaración trasciende el tiempo porque era, es y será siempre cierta con respecto a Dios. Cuando bendecimos a Dios, nos unimos al coro de voces alrededor de Su trono que claman: «La bendición y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y la honra y el poder y la fortaleza, sean a nuestro Dios por los siglos de los siglos» (Apoc. 7:12). En las oraciones de los judíos antes y después de comer, el énfasis no estaba en la comida; se hacía énfasis en bendecir a Dios, que la había provisto.
Nuestra primera mirada a la mesa de Acción de Gracias, entonces, no es, en realidad, hacia atrás, sino hacia arriba. Levantamos la mirada para bendecir al Dios que nos sostuvo durante todo el año. Lo alabamos por Su presencia con nosotros en los días buenos y en los días difíciles. Así debemos continuar mirando en el tiempo por venir.
Segundo: nos bendecimos unos a otros. La paz y la seguridad que hallamos en la presencia de Dios deben moldear nuestras interacciones alrededor de la mesa y en nuestro hogar. Probablemente, cada uno de nosotros ha tenido ciertas fricciones en las relaciones en estos días. Cuando las familias se reúnen, se encuentran las heridas y las frustraciones que se han ido acumulando durante años. Aparecen las diferencias políticas, las diferencias generacionales, las diferencias en la forma de pensar y los estilos. Podemos permitir que nuestras frustraciones y diferencias se conviertan en muros que nos separen unos de otros o podemos permitirles abrir puertas a la conversación y a una comprensión y un entendimiento más profundos. La bendición trasciende la controversia porque se concentra en un bien futuro que esperamos que Dios concrete en las vidas de los que nos rodean. Cuando llegamos a una relación con una actitud que transmite una bendición, no esquivamos las controversias o los desacuerdos pasados; entramos en ella con la convicción profunda de que nuestro mayor deseo es para el bien y la prosperidad del otro.
Cuando bendecimos a Dios, nos unimos al coro de voces alrededor de Su trono que claman: «La bendición y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y la honra y el poder y la fortaleza, sean a nuestro Dios por los siglos de los siglos»
Apoc. 7:12
El apóstol Pablo muestra cómo se ve en la práctica esta orientación al pronunciar bendiciones sobre los destinatarios de sus cartas. Por ejemplo, la oración de Pablo por los tesalonicenses: «Por lo cual asimismo oramos siempre por vosotros, para que nuestro Dios os tenga por dignos de su llamamiento, y cumpla todo propósito de bondad y toda obra de fe con su poder, para que el nombre de nuestro Señor Jesucristo sea glorificado en vosotros, y vosotros en él, por la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo» (2 Tesalonicenses 1:11-12). ¿Puedes ver la visión futura que expresa la bendición de Pablo? Él está expresando la esperanza de que el poder sobrenatural facilite las buenas obras de ellos para la gloria de Dios. Y refuerza esta visión un poco más adelante cuando ora así: «Y el mismo Jesucristo Señor nuestro, y Dios nuestro Padre, el cual nos amó y nos dio consolación eterna y buena esperanza por gracia, conforte vuestros corazones, y os confirme en toda buena palabra y obra» (2 Tesalonicenses 2:16- 17). Pablo no se concentra en lo que los tesalonicenses han sido, sino en quienes serán, por la gracia del Señor Jesús. Este Día de Acción de Gracias, con las manos unidas y los rostros inclinados, intenta equilibrar la gratitud que te inspira el mirar hacia atrás con la esperanza de la bendición que esperas en el futuro. Al abrir los ojos y levantar las manos para celebrar lo bueno del año ya pasado, que podamos también ver la gracia que nos espera en el año por venir.
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Tina Boesch ha vivido en siete países de tres continentes. Durante 14 años, vivió con su esposo y sus tres hijos en Estambul, Turquía. Obtuvo su maestría en Teología en Regent College, Vancouver, Columbia Británica (Canadá). Actualmente trabaja como gerenta del equipo de estudios bíblicos en Lifeway Mujer. Escribió el libro Given: The Forgotten Meaning and Practice of Blessing. Puedes conocer más sobre lo que ha escrito en tinaboesch.com.
Este articulo fue tomado de EBPLV | Otoño | 2021